Lo que usted no sabe.

Por Carlos Enrique Rodríguez González

Fotos Cortesía del autor.

Rafael Rodriguez Ortiz ¨Felo¨ (Primero de izquierda a derecha arrodillado) integrando el equipo Maderas Toledo del año 1956

El béisbol en San Antonio de los Baños está tan enraizado como la ceiba, la palma o las yagrumas que crecen a orillas del manso Río Ariguanabo.

El doctor Eduardo Hernández trajo este deporte a la Villa que fundara el Marqués de Monte Hermoso y desde entonces hasta la fecha, muchas son las páginas gloriosas escritas por jugadores y novenas de este municipio.

Bernardino Rodríguez, Abelardo Martínez, Manuel Soberá, Mario Moreira, Julio Moreno y José Mir, fueron los iniciadores de una historia de ensueños para el beisbol ariguanabense. Después llegaron Miguel Ángel Alfonso, Leonardo de Armas, Josué Sandoval, José Antonio Fuentes, Rolando Enríquez, Ubaldo Govín y Enrique Valdés, todos continuadores de un legado que perdura en las generaciones del presente.

Rafael Rodriguez Ortiz ¨Felo¨ actuando como lanzador en su época

Hablar de béisbol en San Antonio de los Baños es tema obligado en cualquier peña deportiva, centro de trabajo o parada de ómnibus. Hoy pretendo reseñar la historia de un ariguanabense auténtico al que todos admiramos por su noble obra en bien de la naturaleza.

Humilde, sencillo, honrado y martiano hasta la médula, el protagonista de este trabajo fue también pelotero y ama al Círculo de Artesanos como a su familia, por eso humedece sus pupilas cuando recuerda los ponches propinados por Julio Moreno o los jonrones de Mario Moreira en la desaparecida Unión Atlética Amateur.

Rafael Rodríguez Ortiz es su nombre y en la juventud fue lanzador de los equipos ariguanabenses que rectoraba Heriberto Hernández, un verdadero cazatalentos del béisbol cubano.

Delgado y con elegantes movimientos en el montículo, “Felo”, como todos le llamamos con cariño, tenía buen dominio de la zona de strike y era un lanzador que prefería los envíos de rompimiento, aunque en ocasiones los mezclaba con rectas rápidas para buscar el ponche de los rivales.

Hoy muestra con nostalgia las fotos de esa época y su rostro regala la imagen de un hombre que sueña regresar al Ariguanabo Park para subir a la lomita y mostrar su talento como lanzador.

Felo recuerda con nostalgia su etapa como jugador de béisbol

Ahora su espacio está en el Bosque Martiano del Ariguanabo, el sitio que escogiera para construir una obra inmensa que trascendió las fronteras del hato ariguanabense y es hoy ejemplo en toda la isla.

Ya no viste de pelotero, tampoco estudia a los jugadores del equipo que enfrentará en la jornada siguiente. Hoy su misión está en esa aula ecológica que es su Bosque Martiano. Allí lo vemos cada mañana respirar el aire puro de la madre naturaleza, cortar las malas hierbas del árbol que germina fuerte como las ideas del apóstol y dispuesto a regalarnos una charla martiana a la sombra del ateje o la yagruma.

Sorpresa para muchos, episodio de veracidad para este cronista. ¡Gracias, Felo! Los que amamos el béisbol le tendremos siempre presente, al menos desde las gradas, para que siga sintiendo en la sangre la estirpe del Artesanos.